Veo una luz tenue, seca. Se extingue pero no muere, esta
esperando. Tintinea con el viento, baila con unas hojas que quieren volar su
único vuelo. Me salgo de la manchita que
llama mi atención para ver las cosas de lejos. Hay una perspectiva de
diagonales convergentes en un punto minúsculo que no conduce a nada. Silbo una
melodía, la melodía, la que siempre silbo, que no sé de dónde salió. Hay
caminos que aparecen cuando los demás no tientan. Otro sorbo de mareo y las
defensas que siguen en su caída libre de hoja seca. Aflora con esto un dulzor
que empalaga y da ganas de patear un tacho para desmitificar a los ídolos. La
escritura no se pide, aparece cuando quiere, mientras las diagonales se
pierden, las hojas caen, la luz no se apaga y la noche toma carrera para
pegarme un patadón en la nuca en cuanto mire para otro lado. Me detengo en los
acentos para no seguir con algo que parece errático, incongruente y peligroso. Las
subrayadas rojas me ponen de mal humor y me recuerdan a las profesoras que por
culo inquieto me tenían cagando, y disfrutaban de tacharme hojas enteras con
sus rojos sangre y una nota al pie diciendo que debería charlar más y corregir
menos, o viceversa, da igual, hoy yo me cago en ellas. Vale no detenerse, vale
avanzar, mirando para atrás sólo de a ratos, siguiendo la luna adonde ella
quiera, doblando una esquina que no recomiendan, buscando algo que nunca
aparece.
viernes, marzo 01, 2013
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