viernes, febrero 27, 2009

20.000 Kms

Hoy lleve el auto a que le hagan el service de los 20.000 kms. Sin ánimos de ponerme en profesor de geografía, puedo decir que es casi el doble de la distancia entre Bs As y Londres.

Pensar que si no hubiera un pequeño oceano entre ambas ciudades podría haber ido (y vuelto) con todos los kms que recorrí. Por esas cosas que no entiendo, decidí recorrer toda esa distancia por caminos que -en su mayoría- ya había transitado antes. Es cierto que un mismo camino me ha llevado a diferentes destinos, y que quizás no sea necesario ir hasta el otro lado del mundo para vivir experiencias nuevas.

Sólo me llamó la atención haber recorrido tantos kilómetros en tan cortas distancias sin haberme hartado en el proceso.

martes, febrero 24, 2009

La inspiración creativa














El instante en que se abre la compuerta dejo pasar una tropilla de ideas que nacieron de un único embrión. Sólo puedo intentar calmarlas dándoles una vía de escape. Papel y lápiz. Aunque en realidad escribo con lapicera, o birome. Tinta indeleble. Así el arrepentimiento sólo se puede transformar en tachadura, permaneciendo en el espacio que supo ocupar la palabra que no tenía que estar ahí. Lo importante es que perdure, que no pueda ser borrada y sobre escrita como si nunca hubiera existido. Puede que no sea su momento, o que no conserve el registro del texto, puede que sintácticamente no corresponda en ese sitio, o simplemente puede que no quiera decirla. Al momento que la escribí, no se me ocurrió una mejor opción y eso es suficiente motivo para que se quede, aunque sea detrás de bambalinas -tapada, esperando- quizás en otro momento del texto sí pueda lucirse.

El instante en que se abre la compuerta no intento oponer resistencia, al contrario. Dejo que salgan las ideas como una estampida, desordenadas, apuradas por perpetuarse en un papel. Se lanzan desde mi cabeza en una carrera frenética hasta mi mano. Siento un cosquilleo que empieza en la nuca, sigue por el hombro, y para cuando alcanzan el codo, la mano se prepara para resistir el embate de un montón de palabras que se pelean por ser las primeras en salir. Voy lo más rápido que puedo, pero por cada una que escribo, mi cabeza ya envió otras tres que tienen tantas ganas de salir como la recién escrita. Creo que es un problema sin solución. Es imposible que no se generen embotellamientos, errores, y tachaduras tratando de hacer pasar hojas y hojas de texto por algo tan finito como la punta de una birome.

martes, febrero 10, 2009

El ciclo del agua




Lluvia pesada y abundante. Las gotas forman una reja intermitente que me impide abandonar la habitación. Me siento preso por un rato, cuando la naturaleza se cansa de vernos, envía una lluvia que nos encarcela bajo techo. Algunos no pueden vivir tras las rejas, nacieron para ser libres, son nómades en una sociedad sedentaria. Empapados, buscan refugio y combaten el frío tratando de calentar la ropa con su propio cuerpo.

Salgo a caminar bajo la lluvia. Necesito sentirme más en contacto con lo que me rodea. Rompo las rejas que me quieren guardar, me despojo de la posibilidad de refugio y quedo inmerso en la intemperie de una calle para pocos. Un hombre sin rostro me pasa por al lado, se cansó de verse triste frente al espejo y optó por liberarse de la pesada carga de sus expresiones.

Las luces de neón se apagan bien entrada la noche. Se convierten en tubos inertes, sin protagonismo, ni atención. Se apagan para no desperdiciar energía. Casi no queda gente en la calle para recibir su mensaje. Ese único mensaje para el que fueron concebidos, desde su nacimiento hasta que su luz se extinga. Los que quedan en la calle son los que están condenados a vivir bajo la lluvia, y a ellos no se les puede vender nada.

En mi escritorio la botella transpira. Por algún fenómeno de la física que desconozco, el agua fría pasa a través del impenetrable plástico con toda su fuerza y ansias de libertad. Las gotas que no luchan se quedan ahí, esperando que yo me sirva otro poco, y si tienen suerte, serán liberadas en forma de transpiración, o de pis. De cualquier manera, es un final horrible para algo tan puro como el agua. En cambio, las valientes que logran transpirar su camino al exterior, se evaporan. Para una gota evaporarse es como desintegrarse, morir. En el caso del agua, como algunos creen que pasa con los humanos, las gotas que mueren sí van al cielo, y ellas realmente viven en las nubes. Se unen con otras gotas y esperan su momento. Al alcanzar la madurez reencarnan, se precipitan a la tierra y forman una reja intermitente como la que pretendía no dejarme salir.