lunes, diciembre 21, 2009

Intervención a Clarice.

“En ese núcleo tengo la extraña impresión de que no pertenezco al género humano.

Hay muchas cosas por decir que no sé cómo decir. Me faltan las palabras. Pero me niego a inventar otras nuevas. Las que ya existen deben decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido. Y lo que está prohibido lo adivino. Si hubiese fuerza. Más allá del pensamiento no hay palabras: se es. Mi pintura no tiene palabras: está más allá del pensamiento. En ese terreno del se es soy puro éxtasis cristalino. Se es. Me soy. Tú te eres.”
Agua Viva, de Clarice Lispector

Y al ser, sin más, nos sacamos la pesada carga de entender. Entender(nos). Somos un silencio, una ausencia de voz. No quiero, me niego a traducirnos en un lenguaje que no nos representa. Forzado. Somos esto que se ve y se toca, pero no se dice.
Estoy en blanco, para que me reescribas, sin palabras, para que me sientas, sin pensarlo. Respiramos un aire ausente del resto.
Siento una unión entre la no palabra y la forma. Cuando no sé cómo decir lo que siento, me veo forzado a pintarlo. Esto que ves y no entendes, somos nosotros.

martes, diciembre 15, 2009

Subtitulado




— ¿Películas?
— Uh, no, soy malísima, apenas las veo me olvido de qué se trataban.
— Y, sí, no se por qué pero a las mujeres eso les pasa bastante (la puta madre, no lo puedo creer, mejor ni le pregunto por Los Simpsons). Y, contame, ¿qué música te gusta? (por favor tirame una soga)
— La verdad que me pasa un poco lo mismo que con las películas, como que escucho algo que me gusta, pero nunca me acuerdo los nombres de los grupos. Escucho un poco de todo.
— Pero a ver, si te dan a elegir para poner en el auto, ¿qué preferís? ¿Reggeaton, cumbia, ochentas? (llega a decir reggeaton, me levanto y me voy)
— Y, qué se yo, Madonna, Shakira, música de los ochentas.
— ¿Y Depeche ponele? (a ver si pegamos una)
— Sí, me gusta, tiene algunos temas muy buenos. Lo que me re gusta son los juegos, en general, juegos de mesa, cartas. El casino me encanta, y cada tanto voy con mamá al bingo. Nos re divierte.
— ¡Que bueno! (me quiero matar, pero/ a remarla). A mí también. Con mis amigos nos juntamos a jugar al poker bastante seguido, me compre un maletín con fichas y todo (no gasto guita en comprar fichas ni loco, pero con esa la rompí)
— ¡Uh, que genios! Me encanta el póker. Si no tenés miedo de perder con una mujer, un día podemos jugar.
— Jajajaja por favor. No tenés chances de ganarme (ya esta, tengo la excusa para que la próxima se venga a casa, aaaadentro).
— Cuando quieras. Vas a ver que te gano.
— Sí, claro. ¿Querés otro cuba? (se toma dos más y hoy terminamos jugando al tute en casa)
— ¿Y si mejor vamos un rato al bingo? En el de Caballito el pozo ya esta arriba de cien mil pesos.
— Bueno, dale, vamos un rato y nos pedimos el cuba allá.
— Dale buenísimo, que copado que también te guste el bingo. Sos re pilas
— Obvio, esta buenísimo el bingo los sábados (la que me estoy fumando, por Dios. Por más que se hagan las seis de la matina, hoy me la llevo a casa carajo, y mañana la borro del msn, y del facebook). Flaco, ¿me traes la cuenta por favor?


martes, diciembre 01, 2009

FELIZ CUMPLE!!



Elijo el papel, y este lugar, una iglesia, para hablarte y hablarme. Para perpetuar recuerdos que hoy siento vivos, aunque de a ratos se alejan. Las patadas voladoras de Titanes, o colgarme de tu pierna como el Hombre Vegetal. Las cosquillas que me retorcían de la risa, antes de que me llegaras a tocar. "Christián ¡bandera!" gritabas desde el costado de la cancha, hasta quedarte sin voz, pero lleno de orgullo. "El primero que habla pierde", me decías para que te dejara dormir la siesta. Igual, la mejor, era la de que tenías que probar una almohada nueva. Creo que me avivé la tercera vez que me lo hiciste, pero te dejaba seguir sólo porque disfrutaba ver tu sonrisa de felicidad, mientras te acomodabas para dormir.

Quiero gritar en silencio a los cuatro vientos, que me haces falta. No la falta cotidiana, sino la falta profunda, la de estar ahí, con el oído atento y las palabras justas. Con las lecciones repetidas, y una sinceridad que te rebalsaba, hasta tapar por completo lo que conocí después.

Sabes que nunca fui de hablar con El, no siento que sea sincero empezar ahora. Si esta ahí, estoy seguro de que ya estuvieron charlando un rato. Te habrá cagado un poco a pedos, y felicitado otro tanto. Me cuesta entender todo lo que nos unía y lo poco que nos separaba. Mis barreras, y una distancia tan próxima. Las barreras fueron obra mía, pero tendrías que admitir que los dos colaboramos con los materiales.

Quizás también sea una buena manera de excusarme, de patear la pelota afuera, de puntín, y con una bronca que no me entra en el cuerpo.

Te quiero hablar con el corazón en la mano, pero temo que si lo agarro, lo voy a apretar con tanta fuerza que reviente. ¿Nos volveremos a ver? Nos debemos un buen abrazo, de esos que nunca nos dimos, capaz porque no era de machos (y vos con eso eras especial), o simplemente porque las barreras estaban bajas desde hacía un rato. Como sea, el abrazo te lo guardo.
Christián.
'

viernes, octubre 23, 2009

parar
tomar un instante
hacerlo eterno
lo estiro
másymás, y más, y más
me perpetúo en ese momento
no en aquél
sino en éste
lo que nos separa
o nos une
no se mide en centímetros
no se mide
no sé
no necesito saber
saber es conocer
y no te conozco
te veo
te huelo
te escucho
te toco, apenas un roce
no te conozco

te intuyo
te descifro
(o lo intento)
te proyecto
aunque
una primera del plural
sería un poco más sincera.

viernes, octubre 16, 2009




noche incierta
que encandila
y esconde
esconde charlas
caras
excesos.
me atrapa
de a poco
sigilosa.
Los ojos
ven más y más
claro,
las pupilas
se dilatan
veo sin luz
oigo el silencio
me guío
al tacto
a ciegas
por instinto
sin reparos
no me detengo
a pensar
por qué,
para qué
con qué fin
ningún fin
es el principio
de una larga noche.

lunes, agosto 10, 2009

A veces

Cuando sé que el día no me va a sorprender, me animo a ponerme medias con agujeros.

jueves, julio 23, 2009

Intervención a un diario

“Pero yo, precisamente, siento que llego al
fondo con demasiada frecuencia y con demasiada intensidad, para que, ni siquiera
a medias, pueda sentirme satisfecho. Y me basta con sentir ese fondo
ininterrumpidamente durante un solo cuarto de hora, y ya el mundo ponzoñoso
fluye en mi boca como el agua en la boca del que se ahoga.” Franz Kafka.
Tengo que volver a la superficie, a respirar, a dejar de lado, por un rato, esas dolencias del adentro, que hoy no duelen, lo hicieron. Lo que sí duele es volver a ellas. Transportarme a esa parte de mi, que empujé y empujo más abajo cada día. El masoquismo obliga a cerciorarme que siguen ahí, que no las perdí. Que no olvide por completo, sólo de a ratos.

Cada día que pasa me obligan a ir más lejos para volver a ellas. Vivo poniendo capas sobre capas, que las distancia de mi hoy, las cubren por completo. Cómo me cuesta alcanzarlas, estan realmente profundo. Me esfuerzo. Llego. Me siento a mirarlas, a recordar por qué dolieron. No logro aguantar el aire tanto tiempo. Respiro. De nuevo. Más y más. Mis pulmones se llenan de polvo.
La superficie esta allá, pero casi no logro verla. Miro hacia arriba y lo que veo son capas sobre capas que me cubren, que no me dejan subir. Sigo respirando polvo, finísimo polvo. Esta oscuro.

Creo que yo me convertí en un recuerdo, de alguien que me esta olvidando.

miércoles, julio 08, 2009

Atando Cabos

Punta con punta, Santiago ató uno con otro todos los cordones que encontró. Punta con punta. Los ató fuerte, no quería que se soltaran fácilmente.
Juan estaba tirado en el piso, inmóvil, sobre la alfombra. La mancha de sangre llegaba al parquet. Era sangre oscura, parecía brotar bien de adentro. Mientras, seguía atando los cordones, punta con punta.

Esa tarde, Santiago lo llamo a la oficina.

— ¿Qué haces Juan?
— ¿Qué haces papá? Estoy incendiado de laburo, con ganas de que se termine el día, hoy creo que me voy a tener que quedar hasta cualquier hora.
— Justo te quería decir si podía pasar por tu casa a la noche. ¿A qué hora llegarás?
— Calculo que a eso de las ocho. Si querés venite, pero un rato nomás, porque me tengo que levantar temprano mañana.
OK dale, termino y voy para ahí.

A Santiago Nunca le gustó guardarse las cosas. En el laburo no podía concentrarse en nada. Dejó un par de mails sin responder y se fue. Tomó el subte hasta lo de Juan y se quedó sentado en la puerta del edificio esperando que llegara.
Las señoras que entraban al edificio lo miraban asustadas, entraban rápido. Una pasó con un perro salchicha que le tiró un tarascón. Santiago lo puteó, odiaba esos perros. La señora se alejo tirando de la correa, mientras el perro seguía ladrándole. Apenas pasaban las puertas de vidrio todas se daban vuelta, la empujaban y con los ojos le decían: “No vas a pasar atrás mío”.
Como dos horas y una veintena de viejas más tarde llegó Juan. Se levantó con el culo helado por estar sentado en el mármol, lo saludo y entraron. Caminando al ascensor se cruzaron de nuevo con la vieja del salchicha. La miró con ojos victoriosos, regodeándose mientras caminaba libremente por su territorio. Notó que Juan estaba fastidiado por algo.

— ¿Qué te pasa? Tenés una cara de culo terrible.
— Nada, estoy hinchado las bolas. En el laburo mis compañeros están todo el día rascándose el higo. Saben que yo soy el más responsable, y siempre termino haciendo mi trabajo y el de los demás. En cualquier momento mando a todos a la mierda.

Juan seguía inconsciente, la mancha de sangre ya no avanzaba. La soga de cordones tenía el largo necesario. Santiago empezó a enrollar la alfombra alrededor del cuerpo, tratando de no tocar la parte manchada. Ató la alfombra con los cordones, lo más fuerte que pudo. Trató de arrastrarlo, pero pesaba muchísimo.

— ¿Querés un mate?
— No, gracias, me da una acidez terrible, más si lo tomo con el estómago vacío. ¿No tenes unas galletitas o algo así?
— Banca que me fijo. Creo que tengo maníes, ¿te va?
— Y, bueno, dale.

No sabía cómo encararlo, al fin y al cabo, se conocían de toda la vida. Sabía lo que Juan le iba a decir y eso sólo lo iba a poner peor.

— ¿Lo viste a Nico últimamente? Le preguntó.
— No, lo llame pero estaba hasta las manos de laburo y no podía venir.
— Esta re enconchado con la mina esa, las últimas tres veces que nos juntamos ni apareció.
— Y bueno. Ya volverá. A mí también me jode, pero ¿qué vamos a hacer? Dijo Juan en su típico tono conciliador, porque sabe que él es igual cuando se pone de novio.
— Hablando de las últimas veces que nos juntamos. Qué pésto te comiste papá. Dijo Juan entre risas mientras iba a la cocina a buscar el maní.
— ¿Qué decís gil? respondió Santiago enojado.
— Que te tengo de hijo. ¿Cómo vamos? Creo que ya te llevo como ocho partidos, sin contar los que definimos por penales porque ahí robo.
— Ya te dije el otro día que no jodas con eso boludo, sabés que me caliento. Si el otro día no me frenaba Fede terminábamos a las trompadas, y vos ahora seguís jodiendo. ¿No ves que sos un boludo?

Juan se sentó en la mesa, apoyó el plato, y abrió la bolsa de maníes. Santiago se levantó y empezó a caminar de un lado a otro, ya se había puesto nervioso.

— No te calentes, chabón, que seas chotísimo no te tiene que dar vergüenza. Y soltó una carcajada que casi le hace volcar la mitad de los maníes del plato.

Terminó de servirlos, todavía entre risas. Santiago se acercó, agarró el plato, lo levantó por arriba de su cabeza, desparramando los maníes por todo el living. Juan no llegó a decirle nada, Santiago bajó el plato con todas sus fuerzas y lo hizo estallar en su cabeza.
Juan cayó desplomado sobre la alfombra. La sangre empezó a brotar rápidamente entre su pelo. No se escuchaba ruido alguno. Parecía que la calle se había silenciado por completo, autos, voces, pasos, nada. Mientras Santiago veía la mancha que avanzaba tomó conciencia de que varias personas lo habían visto entrar. “Hasta la conchuda del salchicha”, pensó. No podía irse y dejarlo ahí tirado.
Después de un rato pensando cómo resolverlo, se le ocurrió hacer la típica de las películas: esperar a que oscurezca, y llevárselo enrollado en la alfombra. Buscó algún tipo de soga o correa para atar la alfombra pero como era de esperarse, no encontró nada.

— ¡Cordones, claro! dijo en voz alta para si mismo.
Parecía un poco complicado, pero no se le ocurrió nada mejor. Sacó todos los cordones de las zapatillas y empezó a atarlos, punta con punta.

Arrastró la alfombra por el pasillo asegurándose de no manchar nada. Eran más de las tres de la mañana y no quedaba gente en la calle. Lo metió en el asiento de atrás de su auto, lo arrancó y salió lo más rápido que pudo. Llegó a costanera sur, y notó que hasta los carritos estaban cerrados, la calle se veía completamente vacía. Sacó la alfombra del auto y la llevó rodando hasta la baranda. Le costó mucho, pero empezó a levantarla hasta el borde de la baranda de cemento, siempre evitando mancharse la camisa. Mientras la subía vio que de repente Juan empezó a mover la cabeza. Sin entender demasiado, trataba de moverse para todos lados, hasta que, por el tubo que había formado la alfombra enrollada, lo miró a Santiago los ojos. Se quedó quieto. Por un segundo se quedó quieto. No entendía lo que pasaba, estaba desorientado, pero la cara de su amigo lo hizo entender todo.
Santiago no podía creer que estuviera vivo, estuvo más de cinco horas sin moverse. Toda esa sangre. El golpe que le dio. Los pedazos de plato en el piso. Los maníes. Nunca pensó en la posibilidad de que estuviera vivo.
Juan comenzó a sacudirse con fuerza, tratando de soltarse. Los cordones estaban muy bien atados. Escuchaba el río golpeando contra la muralla de la costanera y sentía el olor a pescado, mezclado con la sangre seca de la alfombra. Sabía por qué lo habían llevado hasta ahí, y Santiago sabía que estaba en un punto de no retorno
Después de un último esfuerzo, Santiago logró terminar de subir el tubo de alfombra a la baranda. Juan volvió a mirarlo, casi sin poder emitir palabra, sus ojos mostraban tristeza, no bronca.

— No lo hagas, por favor.
— Chau Juan.

Lo empujó. No hubo gritos, la alfombra cayó en silencio, , sólo se oyó el ruido al pegar contra la superficie del río. Apenas logró verlo hundirse, por el reflejo de la luna en el agua. Se lo podía ver forcejeando, retorciéndose. Hundiéndose, todavía atado.

domingo, junio 21, 2009

Figura de Plastilina

te hablo a vos
que no te conozco
que te imagino
que te idealizo y te deshago
sólo para volver a formarte
diferente, y no tanto

Estas ahí,
en algún lugar
cerca
lejos
a mi lado
sin vernos
reconocernos, cuesta

y si te veo
¿sabré que te vi?
que pasaste
me rozaste
el brazo
la mano
la piel

con plastilina
te doy forma
la que imagino
sin moldes
ni modelos
no te quiero perfecta
te quiero
a secas.

lunes, junio 15, 2009

Las puertas (¿de la percepción?)

hay puertas
muchas
nacieron para decir no
por acá no
esta cerrado
no te queremos
date cuenta
esto no es para todos
menos para vos.

pero para usted sí
venga,
espere que le abro
sígame
déme su saco que se lo cuelgo
Lo estábamos esperando
a Ud, no a ese
¿lo vio?
se quería meter

Espere que cierro
la puerta.

lunes, mayo 11, 2009

Los escritores, tipos solidarios



El mal de amores no lo cubren las obras sociales. Cada vez que me agarró, por haber salido desabrigado a la vida, creí que era terminal. Nadie sabe cómo reaccionar, yo por lo menos, me agarro de lo que tengo a mano. Esta el amigo que da consejos para seguir adelante, el que da consejos de cómo recuperarla, y el que sólo opina de fútbol. Hace ya varios años, mientras trataba de entender cómo era eso del noviazgo, me agarró el primer mal de amores. Después de unos días de escuchar todo tipo de opiniones, sabiendo que ninguna de ellas se acercaba a un final comiendo perdices, me vi realmente desesperanzado.

Habían pasado dos semanas y yo seguía lejos de asimilar el golpe. Llegué a casa rogando que mamá no estuviera con ganas de escuchar cómo fue mi día y me encerré. Completamente. Volverte para adentro, hacerte bolita en la punta de la cama a veces es la mejor opción. O la única. Acostado pase un largo rato con la mirada fija en una telaraña abandonada, estuvo ahí tanto tiempo que ya había pasado a formar parte del decorado. Con los ojos ya cansados por la monotonía del color de la pared gire y quede mirando mi “biblioteca”. Las comillas tienen un por qué, llamar a dos estantes llenos de porquerías, de esas que no tiro porque me hacen acordar a mi infancia y apenas una docena de libros, me parece un tanto pretencioso. La imagen que tengo de la palabra biblioteca, se acerca más a una pared llena de estantes de madera oscura, rebosante de libros, muchos de ellos viejos y un tanto olvidados, con tapas duras cubiertas en tela, y delante un sillón de cuero con un gran respaldo y una lámpara de pie a su lado.

La biblioteca de mi hermana, que sí podía llamarse biblioteca, porque sí estaba llena de libros, no daba a basto y de los doce que yo tenía en mis estantes, la mitad eran de ella.

Junte fuerza, me paré y agarré uno de los libros: Inventario Dos de Mario Benedetti. No tengo claro por qué lo hice, creo que alguna vez la había escuchado a mi hermana nombrarlo. Abrí en una página al azar, aunque no tanto, porque como algunas otras, tenía una puntita doblada diciéndome, que por algún motivo ese poema era importante.

Para cuando había terminado la primera estrofa me di cuenta que él, sin conocerme, contaba lo que me había estado pasando desde hacía dos semanas. Pero no sólo eso, lo que más me llegó es que traducía en palabras justas, cosas que yo sentía, pero no podía describir. Hasta ese momento no sabía cómo extirpar lo que se había enquistado en mi pecho con tanta fuerza.

Terminé el poema y tenía ganas de llamarlo, de darle un abrazo y agradecerle por haber puesto en palabras mi mal de amores. Por haberme hecho sentir acompañado, y decir que yo no era el único que pasó por eso. Por haber dedicado un rato de su vida a escribir esas palabras, por compartirlas, habiendo podido guardárselas. Compartir, entre otras cosas, es la función de los escritores. Esa puede ser su faceta solidaria: ayudar a los convalecientes a explicar sus males, o bien, a los felices enamorados, a exteriorizar su alegría. Claramente no era mi caso.

Esa noche leí a Benedetti durante cinco horas, dormí apenas dos, pero me levanté con el alma descansada.

martes, marzo 31, 2009

Vivir en el medio

A veces me siento oscuro, pero no tanto. Otras creo ser claro, aunque tampoco.
Me quedo a mitad de camino. Ya no sé si quiero ser una cosa o la otra, olvide desde dónde partí y hacia dónde iba.

No me decido. Decidir implica renunciar a lo otro, no quiero renunciar.

Nunca desempato.

A los demás, les cedo el protagonismo de sus verdades; yo me quedo sólo, con mis verdades a medias. Escucho las dos campanas. Me balanceo y trato de no caer hacia ninguno de los dos extremos. Vivo en el equilibrio de una balanza rota.

No tomo partido, no pongo las manos en el fuego, no me la juego, ni por vos ni por mí. ¿Para qué jugármela? Si lo hago tengo el riesgo de perder.

Coqueteo con mis dos caras, me pongo un rato cada una. Necesito estar en la misa y en la procesión. Soy el que no da respuestas, la personificación del oráculo, escupo sentencias ambiguas que me permiten tener siempre una razón inexistente, quizás la única verdad, la que abarca todo, sin aferrarse a nada.

No vengan a mi buscando respuestas, soy simplemente un gris.

jueves, marzo 19, 2009

Cuestion de Perspectiva


Con sólo tomar un poco de distancia en ciertas situaciones, todo empieza a cobrar su verdadero sentido.
......

sábado, marzo 14, 2009

El partido me ganó



Escapan mis ojos a la pantalla, me refugio en Manchester-Liverpool, esperando que ocurra alguna jugada de riesgo que justifique mi no inicio del texto. Mientras tanto, abajo, a la derecha, el indicador de la batería avisa que cada vez me queda menos tiempo. 31% y contando. Penal para el Manchester. Tevez no esta en su mejor momento pero sigue deleitando a los ingleses, lo adoran porque se la banca, porque no se achica con nadie.

Miro la tele como si el partido fuera a iluminarme, espero que de repente mis dedos empiecen a moverse casi por si sólos al ritmo de ideas que desconocía hace un rato, veo complicado que esto pase con fútbol. Sí quizás con una peli. ¿De Kusturika? Por estos días decir que Kusturika es lo más esta muy de moda en ciertos mundillos, lo que no quita que pueda ser cierto.

Ferguson metió tres cambios juntos, los que saben algo de fútbol (no soy uno de ellos), dicen que más de dos cambios juntos es desorden. Acto seguido: escapada del Liverpool, queda Gerrard sólo contra el defensor, Vidic lo baja y el árbitro lo echa por ser el último hombre. Se ve que tenían razón con lo del desorden. Tiro libre peligroso. Gol de un tal Fabio. 3-1 para el Liverpool. Partido liquidado.


Batería al 4%.

lunes, marzo 09, 2009

Impaciencia

Un grito desesperado, en silencio, espera que lo escuchen.

viernes, marzo 06, 2009

Sensación de pertenencia




Por lo gral voy varias veces al baño cuando estoy en un boliche. Si esta vacío, uso el mismo mingitorio cada vez que voy.

Esto no es porque sea el más cercano, o el más cómodo, sino porque siento cierto grado de pertenencia o de familiaridad con el bicho ese. Es como "el mío".

viernes, febrero 27, 2009

20.000 Kms

Hoy lleve el auto a que le hagan el service de los 20.000 kms. Sin ánimos de ponerme en profesor de geografía, puedo decir que es casi el doble de la distancia entre Bs As y Londres.

Pensar que si no hubiera un pequeño oceano entre ambas ciudades podría haber ido (y vuelto) con todos los kms que recorrí. Por esas cosas que no entiendo, decidí recorrer toda esa distancia por caminos que -en su mayoría- ya había transitado antes. Es cierto que un mismo camino me ha llevado a diferentes destinos, y que quizás no sea necesario ir hasta el otro lado del mundo para vivir experiencias nuevas.

Sólo me llamó la atención haber recorrido tantos kilómetros en tan cortas distancias sin haberme hartado en el proceso.

martes, febrero 24, 2009

La inspiración creativa














El instante en que se abre la compuerta dejo pasar una tropilla de ideas que nacieron de un único embrión. Sólo puedo intentar calmarlas dándoles una vía de escape. Papel y lápiz. Aunque en realidad escribo con lapicera, o birome. Tinta indeleble. Así el arrepentimiento sólo se puede transformar en tachadura, permaneciendo en el espacio que supo ocupar la palabra que no tenía que estar ahí. Lo importante es que perdure, que no pueda ser borrada y sobre escrita como si nunca hubiera existido. Puede que no sea su momento, o que no conserve el registro del texto, puede que sintácticamente no corresponda en ese sitio, o simplemente puede que no quiera decirla. Al momento que la escribí, no se me ocurrió una mejor opción y eso es suficiente motivo para que se quede, aunque sea detrás de bambalinas -tapada, esperando- quizás en otro momento del texto sí pueda lucirse.

El instante en que se abre la compuerta no intento oponer resistencia, al contrario. Dejo que salgan las ideas como una estampida, desordenadas, apuradas por perpetuarse en un papel. Se lanzan desde mi cabeza en una carrera frenética hasta mi mano. Siento un cosquilleo que empieza en la nuca, sigue por el hombro, y para cuando alcanzan el codo, la mano se prepara para resistir el embate de un montón de palabras que se pelean por ser las primeras en salir. Voy lo más rápido que puedo, pero por cada una que escribo, mi cabeza ya envió otras tres que tienen tantas ganas de salir como la recién escrita. Creo que es un problema sin solución. Es imposible que no se generen embotellamientos, errores, y tachaduras tratando de hacer pasar hojas y hojas de texto por algo tan finito como la punta de una birome.

martes, febrero 10, 2009

El ciclo del agua




Lluvia pesada y abundante. Las gotas forman una reja intermitente que me impide abandonar la habitación. Me siento preso por un rato, cuando la naturaleza se cansa de vernos, envía una lluvia que nos encarcela bajo techo. Algunos no pueden vivir tras las rejas, nacieron para ser libres, son nómades en una sociedad sedentaria. Empapados, buscan refugio y combaten el frío tratando de calentar la ropa con su propio cuerpo.

Salgo a caminar bajo la lluvia. Necesito sentirme más en contacto con lo que me rodea. Rompo las rejas que me quieren guardar, me despojo de la posibilidad de refugio y quedo inmerso en la intemperie de una calle para pocos. Un hombre sin rostro me pasa por al lado, se cansó de verse triste frente al espejo y optó por liberarse de la pesada carga de sus expresiones.

Las luces de neón se apagan bien entrada la noche. Se convierten en tubos inertes, sin protagonismo, ni atención. Se apagan para no desperdiciar energía. Casi no queda gente en la calle para recibir su mensaje. Ese único mensaje para el que fueron concebidos, desde su nacimiento hasta que su luz se extinga. Los que quedan en la calle son los que están condenados a vivir bajo la lluvia, y a ellos no se les puede vender nada.

En mi escritorio la botella transpira. Por algún fenómeno de la física que desconozco, el agua fría pasa a través del impenetrable plástico con toda su fuerza y ansias de libertad. Las gotas que no luchan se quedan ahí, esperando que yo me sirva otro poco, y si tienen suerte, serán liberadas en forma de transpiración, o de pis. De cualquier manera, es un final horrible para algo tan puro como el agua. En cambio, las valientes que logran transpirar su camino al exterior, se evaporan. Para una gota evaporarse es como desintegrarse, morir. En el caso del agua, como algunos creen que pasa con los humanos, las gotas que mueren sí van al cielo, y ellas realmente viven en las nubes. Se unen con otras gotas y esperan su momento. Al alcanzar la madurez reencarnan, se precipitan a la tierra y forman una reja intermitente como la que pretendía no dejarme salir.

sábado, enero 17, 2009

El Emperador esta en pelotas





Quiero gritarlo. Que lo escuchen todos. Soy el chico que le dice al Emperador que esta desnudo, lo embaucaron, los sastres más hábiles del mundo le cobraron fortuna por una fantasía, por telas que sólo los inteligentes pueden ver.

Esa metáfora, o metonímia, o como le quieran decir, representa lo que muchas veces pasa con el arte. Andersen lo expreso de una manera poética, caricaturezca, pero impecable. Alguien decide que un punto rojo en el medio de un lienzo blanco es arte porque lo hizo un taiwanes que se puso de moda en ciertos círculos de la alta sociedad parisina, y de golpe ese punto se convierte en una obra sublime que refleja el despojo del ser humano en la sociedad inmersa en la alienación generada por internet. LAS PELOTAS! Es un punto rojo de mierda que le llevó quince minutos hacerlo. El problema es que nadie de todos esos supuestos eruditos del arte se atreve a decirlo porque temen ser excluidos del "Little Circle of Trust" de su grupo de pertenencia. Tienen terror de que sus pares les digan que no entendieron el concepto de la obra, el mensaje del artísta, tan evidente para ellos.

Me encantaría apelar a la sinceridad, a quitarle preconceptos y prejuicios, malos y buenos al arte y apreciarlo como lo que se tiene delante, sin agregarle a la obra la historia o los éxitos anteriores del artista, porque puede ser un iluminado, pero a todos los iluminados de vez en cuando les cortan la luz y hacen sus obras a la luz de una vela, que con una ventizca se puede apagar sin que lo noten.

jueves, enero 15, 2009

Apropiación de sentimientos



Volvíamos con Mariano de vaya a saber qué fiesta. A mí me costaba un poco más caminar; lo se porque tuve que recurrir a inclinar mi cabeza hacia adelante y dejar que el propio peso craneal me impulsara a avanzar para no caerme. Mariano es de los que tiene menos aguante para tomar y evitaba las gastadas siempre con la misma frase:

- Boludo, ¿qué mas quiero?, ¡me pongo en pedo con dos mangos!

El lugar exacto donde ocurrió todo es una incógnita. Creemos que fue cerca de Empire, la confitería con una réplica del Empire State en el techo, que si bien es muy berreta, no podemos dejar de mirarla aunque sea un segundo cuando pasamos con el colectivo por Cabildo.

Alguien, que no recordamos, nos había dejado cerca. Tenemos una vaga idea de quién pudo ser, porque todos sabemos quién dentro del grupo es de los que nunca nos llevan hasta casa, sino que nos dejan donde a ellos les viene bien. Si por algún error divino se desvían un par de cuadras para no dejarnos en el medio de una villa, nos lo recordarán cada vez que suban a nuestro auto en el futuro, para asegurarse el aventón a la vuelta.

Caminamos un par de cuadras esquivando las manguereadas de los porteros y buscando un kiosco para comprar algo de comer, mientras tratabamos de reconstruir los huecos de lo que fue la fiesta.

- ¡Que buena estaba la conchuda esa! ¡Viste cómo me bailaba!
- Sí, estaba como loca, te la pedía a gritos. ¿Qué pasó que no se la diste?
- Nada, estabamos bailando re excitados, me la estaba apoyando a morir, cuando arrancó "Azul" de Cristian Castro y la mina salió corriendo a bailar con la amiga. Me fui a servir otro cuba y cuando volví no la vi más. Igual le saqué el msn.
- ¡Que buscona! Mandale un mail mañana y dasela.
- No, mañana no da. Le mando el miércoles o jueves. Sino sabe que estoy entregado y se va a hacer la linda.
- Es cierto. Son todas igual de zorras. ¿Cruzamos a ese kiosco?

Justo antes de cruzar, al acercarnos a la esquina vimos una paloma en el suelo, quieta, parecía acostada, nos llamó la atención. Mariano se acercó hasta quedar prácticamente encima.

- Boludo, esta hecha mierda.
- Sí, pero mira, parece que mueve la patita, creo que todavía esta viva, dije sorprendido. Pobre, ¿qué hacemos?
- ¿La pateo? Dijo entre risas.
- Dale forro, ¿cómo la vas a patear?
- Estoy jodiendo, pero no la podemos dejar así.
- ¿Y qué queres hacer?
- ¿Le piso la cabeza para terminar su sufrimiento?
- Estas en pedo, pero si te animas hacelo. Cagón.

Acto seguido, sin pensarlo dos veces, veo a Mariano levantando su pierna lo más alto que pudo sobre la cabeza, que se movía cada vez menos. Ahí yo pensaba: Este desquiciado realmente va a aplastarla. encima esta tan mamado que seguro se resbala y se rompe algo. Tendríamos que haber tomado un taxi, todo esto me pasa por laucha.

Bajó la pierna con toda su fuerza, casi saltando, el pie cayó seco y se escucho un ruido como si rompieras un paquete entero de Criollitas. Fue como una inyección de adrenalina directa al corazón del avechucho, instantáneamente empezó a tratar de levantar el pie que la aplastaba con sus patitas. Me quedé duro viendo cómo se le enganchaban las garritas en las zapatillas de Mariano y agitaba las alas desesperadamente, en un intento por zafarse. Mientras yo pensaba: - Si no fuera tan boluda como dicen, ahora debe estar preguntándose quién la mando a tirarse a descansar un rato en el medio de la vereda.

En cuanto vimos la reacción del pobre bicho, Mariano abrió los ojos con cara de absoluta sorpresa y me miraba buscando alguna solución al quilombo en que se había metido. La expresión pasó de: justiciero que llegó para acabar con el sufrimiento de un ser vivo, a cara de: “Que cagadón me mande”.

- Negro, ¡sos un pene! Estaba viva, ¡recontra viva!
- ¿Y yo qué sabía? Ahora la tengo que terminar de rematar para que no sufra más.
- Sí, que no sufra por lo que le estas haciendo vos hijo de puta. Mirala, esta como loca.
- Sí, me quiere levantar el pie con la patita, que asco boludo.

En eso vimos que se acercaba un patrullero. Como no había nadie en la calle y los canas estaban más al pedo que un electricista en una comunidad Amish, acercaron el auto con el clásico “bocinazo” de sirena, avisandonos que fuimos descubiertos haciendo alguna cagada. El poli acompañante bajó la ventanilla y lo ve a Mariano, con todo el peso de su cuerpo en la pierna derecha y debajo de su pie, una paloma que perfectamente podría haber estado comiendo miguitas del piso unos segundos antes, porque todavía tenía más vitalidad que nosotros dos juntos.

- ¡Señor, ¿cómo va a pisar así una paloma?!

Buscando la empatía del oficial Mariano apelo a los sentimientos, a explicarle a la autoridad que en realidad la situación no le generaba placer alguno, sino que, sería una huella imborrable en su memoria. En un rapto de “lucidez” dijo:

- ¡Te juro que me duele más a vos que a mí!

Yo estaba ahí, parado sin emitir sonido, tratando de entender lo que acababa de decir, pensando que si el cana se detenía por un segundo a procesar la frase, nos llevaba, o por borrachos, o por querer tomarlo por boludo. Pensé en tratar de interceder, pero sabía que no tenía forma de explicar algo que fuera entendible o medianamente creíble porque cada dos palabras una se me patinaba y la otra directamente no se entendía. Era apagar un incendio con alcohol, literalmente.

El policía hizo una pausa. Puso una expresión rara. Miró a su compañero buscando que alguien le explique si le estaban hablando en serio, o si dos pendejos que salieron a pisar palomas después del boliche, lo estaban gastando. Después de unos segundos, eternos, prefirió no decir nada. Le hizo una seña a su compañero y siguieron viaje. Imagino que al rato pararon en una panadería a manguear media docena de bolas de fraile y mientras las comían charlaron de lo locos que están los chicos de hoy en día.



C.P. (testigo encubierto)