jueves, abril 04, 2013

automatique 2

Veo un presente que se hace pasado antes de que gire la cabeza buscando el camino que me trajo hasta aca. Hay una puerta que son mil puertas, una llave que abre cabezas. Los umbrales de colores bailan sin coreografía al son de un ritmo sin tierra ni aire que se deja con una deriva feliz. No existe el orden para el descubrimiento, solo ritmo. Esta la cadencia de la personalidad en la búsqueda, el que no espera sorpresas bajo su cama, y de los otros. Si hay que elegir bando en la guerra por el principio de mañana, voy al lado de los que nunca quieren saber los finales y esperan que a la vuelta de la esquina no haya solo otra esquina, sino un montón de puertas entreabiertas.

Temón.

Hay un eco que resuena pero no viene de ningún lado, es solo una vibración de algo que nunca llego a ser y ahora toma sentido de melodía de lo que pudo haber sido. Escribo sin parar y siento que me voy a un lugar hondo, un espiral descendente de complicación mental que no me deja volver a algo tan simple como "que temón", lo que es mucho mas que un "buen tema".
Un temón va por el camino de los pocos sin tiempo. Esos que aparecen antes de su momento y se quedan esperando a que los alcancen los que vienen de paso. Hay una perpetuidad casi maldita en esos acordes que cruzan barreras generacionales, una eternidad sádica que se regocija viendo como muchos pasan sin dejar sombra mientras otros tapan mundos enteros con colores inventados.

viernes, marzo 01, 2013

automatique


Veo una luz tenue, seca. Se extingue pero no muere, esta esperando. Tintinea con el viento, baila con unas hojas que quieren volar su único vuelo.  Me salgo de la manchita que llama mi atención para ver las cosas de lejos. Hay una perspectiva de diagonales convergentes en un punto minúsculo que no conduce a nada. Silbo una melodía, la melodía, la que siempre silbo, que no sé de dónde salió. Hay caminos que aparecen cuando los demás no tientan. Otro sorbo de mareo y las defensas que siguen en su caída libre de hoja seca. Aflora con esto un dulzor que empalaga y da ganas de patear un tacho para desmitificar a los ídolos. La escritura no se pide, aparece cuando quiere, mientras las diagonales se pierden, las hojas caen, la luz no se apaga y la noche toma carrera para pegarme un patadón en la nuca en cuanto mire para otro lado. Me detengo en los acentos para no seguir con algo que parece errático, incongruente y peligroso. Las subrayadas rojas me ponen de mal humor y me recuerdan a las profesoras que por culo inquieto me tenían cagando, y disfrutaban de tacharme hojas enteras con sus rojos sangre y una nota al pie diciendo que debería charlar más y corregir menos, o viceversa, da igual, hoy yo me cago en ellas. Vale no detenerse, vale avanzar, mirando para atrás sólo de a ratos, siguiendo la luna adonde ella quiera, doblando una esquina que no recomiendan, buscando algo que nunca aparece.